Soy la típica persona que tiene que dar varios vueltas de campana sobre si misma para saber que lo que hago no es lo políticamente o lo moralmente correcto. Yo no soy de las que tropieza dos veces con las misma piedra, como la gente normal, si me dejan pasaría mas tiempo por los suelo compadeciéndome de la arena en mis zapatos que intentando sacudirlos.
Pero, ¿en eso consiste la vida, no?
Lo bueno de esto, es que nunca busqué la perfección, ni siquiera cuando parecía tener algo más de luces mentales.
No es cuestión de intuirlo, ni de saber si lo que haces está bien o mal. Francamente nunca me importó hacer algo por lo que arrepentirme, digamos que es un don extranatural que pesa sobre mi ser desde que tengo la suficiente razón para darme cuenta que la he cagado.
Es un alivio pensar que todo esto es una gran exageración, que ni todo puede ser maravilloso ni que nada será esa gran boñiga de la que tanto echamos pestes.
Dejemos de dramatizar y seamos un poco honestos para hacer cosas extraordinariamente superrealistas, de las que luego, quizás nos arrepintamos, pero que al momento saben tan, tan bien…
Aquí no hay nada correcto e incorrecto, lo que manda es el momento.
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