Que no hay más. Me sobra el ego para no cantar por los pasillos y tú te escondes debajo de los felpudos que un día fueron testigos de cómo mis dedos recorrían tu espalda mientras besaba tu nuez. Que me da igual que pensaras en rubias, altas, bajas o extranjeras, que hicieran el pino o cantaran en karaokes. Que la resaca solo dura un día, y en ese caso, solo un Domingo.
Date por aludido si quieres, siempre te hizo ilusión hablar de ti.
Pero no tanto, que nunca diré nada con el corazón en un puño.
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