4.4.21

Un bufadero

El miércoles en el charco había olas tan grandes que sentí la necesidad de subirme a un risquito alto para verlas bien. Eran tan inmensas y reventaban con tanta fuerza...un espectáculo. Me subí para verlas bien. Eran como las palmeras en los fuegos del Cristo, que de la impresión, echas el cuerpito patrás del acto reflejo, no vaya a ser que te quemes con una chispa. Pues igual. Reventaban tan fuerte y sonaba tan fuerte, que yo solo supe quedarme embelesada. Blancas, brillantes. Reventaban contra las rocas redondas y lisas. Contra las picudas también. Una y otra vez. Y otra. Y otra.

Un espectáculo.

Y yo, embelesada.

Y yo, embelesada, pensé si yo soy ola o soy roca.

Quisiera ser ola, la verdad. Quizás soy, porque a veces suave, pero cuando dan trompadas te dejan marcada del golpe. Y revuelcan. Y sacuden. Pero también mecen. Aunque roca también soy. Inmóvil. Quieta. Llena de musgo y sal. Erosionada. Un tormo con huecos, cobijo de cangrejos, esperando a que la ola se reviente contra ella.


Quiero ser ola? Quiero ser roca?


Mejor, de momento, un bufadero.

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