Y
que puedo hacer cuando estoy en este punto entre una sonrisa de las que duelen
y el éxtasis de la locura de tirar para el monte cuando siempre hay cosas más
interesantes que podríamos hacer, como querernos debajo de una farola… Dime que
quieres que haga, cuando me soplas detrás de la oreja un ‘’quieroquemedesmás’’
o cuando me guiñas un te quiero, de los suavecitos que me gustan a mi… cuando
la cursilada mas grande y empalagosa se convierte en la guinda del pastel que
me hace dar las gracias porque estés de cuerpo presente en todas mis noches de
pensamientos insanos. Dime que quieres que haga, cuando solamente nos quedan
dos segundos antes de un hasta mañana y te apuras por sacarme la última
carcajada de la noche, para que me vaya en paz, para irte tu más tranquilo. Que
puedo hacer, para devolverte el calor que me das en los sitios donde antes íbamos sin ser conscientes de las historias que
ahora pesan en ellos. Tú, que me regalas bonos para ir allí, a dónde dan la
vuelta los pájaros, donde se toca la vida, donde se muere alguna que otra noche
al mes sin que nadie lo sepa…que puedo darte a cambio, que sea más valioso que
un machango mal cosido colgado del retrovisor del coche, que significa lo que
tu y yo sabemos que significa… y menos valioso que todas las fortunas del vizconde de Honolulu. Me
han enseñado a dar las gracias (que menos) pero esta vez no las diré… las haré.
Tengo un tesoro. Ni se compra, ni está en venta...
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