Cuando era más joven siempre fui abanderada en decir ''que viva el surrealismo de nuestras vidas''. Por entonces no tenía mayores preocupaciones que ir un rato a la biblioteca, quedar con mis amigas para sacar fotos y que no me pillasen robando.
Ese surrealismo con el que yo mantenía una relación de amor-odio no era más allá que la realidad que teníamos con un pelín de aburrimiento, mucha tragicomedia e inmadurez.También es verdad que no sabía muy bien como quererme a mi misma, con lo cual tenía que poner esa responsabilidad sobre algo.
Y si, a eso lo llamaba surrealismo. Porque siempre me ha gustado ese tipo de arte y quería vivir en un cuadro de Dalí. Así era de intensa, siempre con el corazón en el puño.
La verdad es que hacía años que no hablaba del surrealismo como forma de vida, quizás debido a la comodidad de una rutina sentimental y mental, en el fondo. No pasaba nada. No me pasaba nada tan dramático como para poder catalogarlo de surrealista. Hasta hace unos meses.
Y es difícil intentar sobrellevar todas las cosas que ahora si están siendo surrealistas de verdad. Porque si, he aprendido a base de mal que si algo es surrealista es porque es imposible que esté pasando.
O cuando cierras los ojos y deseas que todo esto sea un mal sueño.
O peor, cuando tienes un mal sueño y despiertas creyendo que es eso, un sueño y que todo estará como antes.
Pero no.
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