6.4.20

¿Resistiré?






Y de repente
¡PAM! 
confinamiento. 

Días y días entre cuatro paredes y dos sillas incómodas con las que tengo que lidiar un par de  horas al día.
Privatización de la libertad física de dar abrazos, tomar cervezas y hacer acampadas. Es como una  cárcel, ¿no? Sin barrotes de metal y sin uniformes de rayas, pero cárcel al final. No puedo salir corriendo del agobio de sentirme sola. No puedo escapar de la compresión entre el techo y el suelo. Y todo aflora. Y todo sale. Y me doy cuenta que dentro de la cárcel exploro la libertad de mis pensamientos que se pasean por la noche haciendo más ruido que las palmadas a las 7 de la tarde de mis vecinos.
Y ahí está, como en toda buena cárcel, el baño a presión de agua fría contra mi voluntad. No hay remedio, lo tengo que hacer porque es lo que toca. Y ya tocaba.

Contra mi propia voluntad... que difícil y a la vez que revelador. 

Y cuando esto me sucede pienso que es verdad, que igual dentro de mi libertad yo era carcelera de mis propios sentimientos. Los ataba para que no se movieran mucho o incluso los vestía de gala para que se vieran más bonitos frente al espejo.

Que paradoja, la cárcel los ha liberado. Y duelen. Porque ahora no hay nadie que los vea y se han quitado por fin el traje de lentejuelas que tanto brillaba. No hay trampa ni cartón.

Ahora si.
Me doy cuenta
de que mi propia cárcel, 
soy yo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

bocanada de aire!