13.4.21

Mecanismo de defensa.

 

En mi patio hay una palmera, alta y ahora peladita. Desde que la conozco siempre fue alta. A veces peladita, otras no. Pero lo que sí sé es que antes era verde. Tenía los colores de las montañas. Sus hojas no estaban tan comidas por el sol y su tronco estaba fresquito cuando le daba la sombra. Ya no es verde mi palmera. Ahora su piel parece que está muerta. Parece, porque no lo está. No está muerta pero sí parece que esté dormida. Como si se hubiera prendido fuego. Como si la vida ya no fuera con ella. Como si no le doliese nada. Como si estuviera cansada de estar aquí. Parece que la puedo partir de dos o tres patadas. Parece, porque no es así. Y no es así porque pelona y peleona. Normal que sea peleona… si no, aguantar tantas maldiciones hacia su ser durante años no hubiera sido soportable. Mi palmera aguanta. Se aguanta. Escupe dátiles y estría muros. Mi palmera, muerta en vida, da hogar a los mirlos y las tórtolas. Mi palmera, parece dormida. Como si la vida no fuera con ella, de verdad.  Pero parece que toca las nubes si la miro desde abajo y se pone naranja cuando atardece. Mi palmera.

Y es que a lo mejor, el mecanismo de defensa de mi palmera se parece al que me rumia  en la copa de mi cabeza. Quizás sea al revés. Como si no pasase nada pasan los días y sigo acariciando las nubes si me miras desde abajo. Me pongo naranja al atardecer. A lo peor si. Piel que se descama si la arrancas y suelta polvillo que huele a tierra seca. Por dentro, tiernita, aunque no verde. Palpitante a mi pesar. Quieta. Como si la vida no fuera conmigo. Negra y oscura, como si me hubiera prendido fuego. Hogar de mirlos y tórtolas. Como si no me doliese nada.

Aguanto. Me aguanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

bocanada de aire!