Se me rebosó por las orejas
de tantas veces que me lo dijeron eso de los treinta son los nuevos veinte y yo
no sé si es verdad o no. La verdad es que poco me importa. No me importa
hacerme mayor. Pero de tantas veces que lo repitieron pensé que no se si son
los nuevos o los viejos pero la yo de veinte quería ser algo parecido a la yo
de treinta y eso me gusta porque significa algo bueno, bonito y que me hace
pensar que si sigo por aquí seguramente no me convierta en la yo de treinta
que quería la de veinte, pero no porque no sepa, sino porque ya aprendí que las
idealizaciones son cosas que dan ansiedad. La yo de veinte y la yo de treinta son
la misma persona. La misma persona intensa que escribe meditaciones y medita
escritos que no son solo más que idealizaciones de una yo que en realidad no lo es
tanto. La misma persona que sigue llevando las pulseras en la misma muñeca. La
misma persona que sigue haciendo las mismas triquiñuelas para siempre ganar. La
misma persona que siempre gana pero no le importa perder. La misma que pone notas a pie de página porque lo
de ser abstracta es algo innato. La misma persona que habla con alegorías. La
misma que pinta alegorías. La misma persona que pierde el tiempo y sigue creyendo en
los días insanos. La misma que mueve la montaña de ropa de la cama a la silla y
de la silla a la cama. La misma persona a las que le gustan los chicos con cara
de malotes. La misma. La misma. Si pero no. No pero si.
Menos mal que la misma y no
nadie diferente, que en el fondo era la misma, pero se me encajaron las ganas
de quejarme entre las escápulas, como una flema que hasta que no tosí no se me
fue la cosita.
Eso pasa por aguantarme las ganas de toser.
Pero no pasa nada, no sabía. Ahora si.
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