A veces pienso que estaré eternamente en la etapa de negación, porque aún busco un por qué donde ya no hay más que indagar.
Lo que si es verdad, es que cada noche siento más miedo. Miedo a la oscuridad, miedo a las sombras de las luces y a las luces de las sombras. Miedo a la muerte y a la vida a veces un poco también. Miedo a estar sola. Miedo a sentirme igual de sola que tú. Miedo a no saber cómo vivir.
Y miedo, de olvidarme de ti. Del sonido de tu risa, de tus expresiones. Porque ya no me acuerdo de tu olor y eso me asusta. No quiero olvidarme de más nada, tengo que ser capaz.
Te veo en los marcos que adornan mi salón. Y es que no parece que pase el tiempo, pero a la vez mantengo un recuerdo lejano. Difuso y a la vez claro. Raro. Dificil. Triste.
No pasa ni un día que no aparezcas por algún rincón. De alguna forma. Siempre apareces. Y cuando apareces, hay paz.
Me quedo con eso.
Y es paradójico, que con todo esto, lo que nos diste fue una lección de vida.
Te quiero.
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