13.7.21

Siempre me gustó  jugar con fuego. Desde chica. Coger una caja de fósforos e irlos encendiendo uno a uno. Ese olor... y ver como se consumían. Uno a uno. Pero los fósforos de madera, los de cera no. Esos son una mierda . Jugar con las cenizas. Llenarme los dedos de ceniza. Ceniza debajo de las uñas. Olor a ceniza en el pelo.  Recuerdo una época que el fuego me embelesaba. Lo miraba de bien cerca. Los colores. El fuego. Horas mirando el fuego. Como se derretían  las velas con el fuego. Meter los dedos en la cera. Las uñas llenas de cera. Y pasármela por el cuerpo. Por la cara. La cera suave. Derretir cosas, quemar cosas. El olor a quemado. Pura droga. Los ojos rojos. Abuela diciéndome que me iba a mear la cama de tanto jugar con fuego. Yo meándome la cama y echándole la culpa al fuego. 
Las pasiones, raras. Como todas las pasiones raras que tuve. Y tengo. Porque sigo jugando con fuego y sigo medándome la cama. 

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