15.4.24

dos por uno

 vengo con arenilla entre los dedos, resistiéndome a ser como la lapa que despegas de la roca y se retuerce toda con la luz del sol. Vivo entre el limbo de volver a meterme bajo capas y capas y capas y capas de corteza mohosa o quedarme a pecho descubierto en lo alto de un risco en un día de alerta por viento. Puede que me resbale y me mate. O puede que no. Eso no depende de cuanto de fuerte sea el viento, ni de si tengo el equilibrio bien. No sé cual es el condicionante en realidad. Si me caigo y me mato, bien. Si resisto y me da nalgadas el viendo, bien también. Lo importante es que pase algo. Otra vez. Vengo perdida en el parking del Meridiano, meando entre dos coches. Columnas con números y colores. ¿Qué color era el mío? ¿Cuál numero soy? Las matitas es mejor regarlas por la noche porque por el día se queman porque el agua hace de lupa y me imagino como las hojas se llenan de bujeros y se prenden con fuego y se me incendia el patio y el alma. Otra vez. Desde aquí puedo ver lo que pasa por debajo de la palmera. Los mirlos pican los dátiles y los restos caen pabajo. A veces se cae cachos de nido y de plumas de mirlos que espero que sigan vivos porque que si se mueren ya no hay nadie que cante aquí. Desde abajo veo que las hojas de encima son largas, tanto, tanto que llegan al cielo y barren las nubes y las arrincona para que las palomas del vecino pasen. Ellas no cantan como los mirlos pero al volar todas juntas hacen un sonido que me mece y me absorbe el mal. Hoy quisiera convertirme en hoja de palmera tan larga y alta para poder barrer las nubes del cielo y  llegar tan arriba que toque el sol para quemarme viva y luego arrancarme la piel a tiras y hacerme un bolso donde meter la basura que barrí aquí abajo, porque ahora no se donde meterla, si llevarla al punto limpio o enterrarla entre el geranio y los aloes calientes también por la solajera de abril.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

bocanada de aire!